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En el universo de la sostenibilidad corporativa, los datos suelen recibir toda la atención. Se invierte en plataformas, consultores, capacitaciones técnicas, tableros y hojas de cálculo cada vez más sofisticadas. Pero rara vez se mira hacia la raíz cultural del proceso de reporte.
Porque el verdadero cuello de botella casi nunca está en la falta de información, sino en la falta de conexión.
Más allá del dato: el eslabón que falta
En la mayoría de las organizaciones, los equipos que viven la sostenibilidad en el día a día, los que gestionan el consumo energético, las relaciones laborales, la seguridad, la cadena de suministro o las comunidades están lejos de quienes consolidan los informes ESG.
Son los equipos operativos, los que tienen la foto real de lo que ocurre en terreno, los que saben dónde están las mejoras, los retos y los impactos. Sin embargo, en muchos casos su papel se reduce a “entregar datos”.
El área de sostenibilidad, por su parte, se convierte en una oficina de recolección: persigue cifras, estandariza formatos, ajusta métricas y traduce la realidad en indicadores. El resultado es un informe técnicamente impecable, pero desconectado del pulso humano de la organización.
Esa desconexión es el cuello de botella invisible que ralentiza los reportes y debilita su poder de transformación.
Los tres efectos de la desconexión
Cuando el flujo entre los equipos operativos y el área de sostenibilidad se rompe, aparecen tres síntomas claros que van más allá de lo técnico:
Pérdida de contexto.
Los indicadores llegan sin relato. Los números existen, pero carecen de interpretación. Falta la historia que explique por qué subieron o bajaron, qué decisión los impactó o qué aprendizaje dejan.
Retrasos y reprocesos.
La información se entrega en distintos formatos, con criterios desalineados o definiciones cambiantes. El tiempo se va en validar, corregir o volver a pedir datos que ya existían, pero no bajo el formato correcto.
Desgaste cultural.
Los equipos operativos sienten que “reportar” es una carga ajena a su trabajo. Los líderes de sostenibilidad, por su parte, cargan solos con la responsabilidad del resultado. El proceso pierde sentido y se percibe como un trámite, no como una oportunidad de aprendizaje. Este patrón no es técnico: es cultural. Y, como todo fenómeno cultural, se transforma desde la conexión.
El rol del liderazgo: traductores de la sostenibilidad
Entre quienes diseñan la estrategia ESG y quienes viven la operación diaria, hay un grupo clave: los líderes intermedios. Coordinadores, jefes de área, supervisores de planta, responsables de proyectos.
Son ellos quienes pueden traducir los objetivos de sostenibilidad en acciones concretas y, al mismo tiempo, traducir la realidad operativa hacia el lenguaje estratégico. Pero con frecuencia, quedan fuera del proceso.
- No participan en la definición de indicadores.
- No entienden por qué se mide lo que se mide.
- No se les reconoce su rol como dueños del dato o generadores de evidencia.
Cuando los líderes no están alineados, la sostenibilidad se queda sin puentes. El flujo de información se fragmenta y la estrategia se queda en PowerPoint.
Por el contrario, cuando se los empodera, el impacto es visible: los reportes se alimentan con datos más sólidos, pero también con historias y contextos que enriquecen la comprensión de la gestión.
Un líder intermedio comprometido no entrega solo cifras: entrega sentido.
Cómo fortalecer la conexión entre datos y personas
Las organizaciones que han logrado superar este cuello de botella no lo hicieron comprando más software, sino diseñando relaciones y procesos integrados. Algunas prácticas que funcionan:
1. Alinear propósito y roles
Cada equipo debe entender qué aporta su indicador al conjunto. Cuando la persona que gestiona residuos, horas de capacitación o seguridad industrial comprende cómo esos datos contribuyen a los objetivos ESG de la empresa, el reporte deja de ser un trámite y se convierte en una herramienta de gestión.
2. Crear espacios de diálogo entre áreas
Las sesiones interdepartamentales —ambiental, social, financiera, operaciones— permiten que la sostenibilidad deje de ser “asunto del área ESG” y se vuelva una conversación transversal. Estas reuniones no solo actualizan cifras: ayudan a interpretar resultados y detectar oportunidades de mejora.
3. Visibilizar el aporte de los equipos
Muchos colaboradores sienten que reportar “no sirve para nada” porque nunca ven el resultado. Incorporar tableros o dashboards accesibles, donde se muestren avances y metas, genera orgullo, apropiación y sentido de logro.
4. Capacitar en sostenibilidad más allá del área experta
Los líderes intermedios y los responsables de datos necesitan entender los fundamentos ESG, los estándares (GRI, CSRD, SASB) y el impacto reputacional de los reportes. No para ser especialistas, sino para actuar como socios del proceso.
5. Integrar la tecnología como conector, no como barrera
Las plataformas de gestión de datos ESG, como Anthesis Mero, deben ser herramientas de integración, no de aislamiento. El reto está en usarlas para facilitar la colaboración, no para delegarla.
De los datos a la historia: reportar lo que se comprende
Las compañías más avanzadas en sostenibilidad no reportan solo lo que miden: reportan lo que comprenden.
Usan el proceso de reporte como una oportunidad para dialogar internamente, conectar las áreas, revisar metas y preguntarse si lo que están midiendo realmente refleja lo que quieren lograr.
Cuando los equipos de base son parte activa —no solo proveedores de datos, sino narradores del impacto—, el informe deja de ser un cierre de ciclo y se convierte en una herramienta viva de gestión. Ese es el punto donde la sostenibilidad deja de ser un reporte y se vuelve cultura.
¿Cómo se ve una organización conectada?
Una organización conectada no se mide solo por indicadores, sino por interacciones. Se reconoce en tres señales:
- Coherencia: las metas ESG están alineadas con las decisiones del día a día.
- Conversación: los equipos hablan de sostenibilidad en el lenguaje de su función, no solo en el de los especialistas.
- Confianza: los datos se comparten con trazabilidad y propósito, no por obligación.
En ese entorno, el reporte no se siente como una carga, sino como un reflejo natural de la gestión.
La madurez ESG de una empresa no se mide por el tamaño de su informe, sino por la calidad de sus conexiones internas.
Liderar desde el medio: el reto invisible
El liderazgo intermedio enfrenta una paradoja: está lo suficientemente cerca de la operación para entenderla, pero no siempre tiene voz en la estrategia. Por eso su papel es tan determinante.
Cuando se les da espacio, herramientas y reconocimiento, estos líderes se convierten en los guardianes del dato y embajadores de la sostenibilidad. Ellos pueden:
- Traducir la estrategia en acciones medibles.
- Detectar oportunidades de mejora antes de que se vuelvan riesgos.
- Inspirar a sus equipos para que vean la sostenibilidad como parte de su propósito, no como una obligación.
Invertir en ellos es invertir en la consistencia del reporte y en la salud cultural de la organización. El cuello de botella invisible en los reportes ESG no se resuelve con más datos, sino con más conexión.
Las organizaciones que logran integrar a sus equipos intermedios, conectar áreas y dar sentido al proceso, transforman el reporte en un ejercicio de aprendizaje colectivo.
Porque reportar bien no es solo registrar lo que pasó, sino entender lo que se aprendió. Y ese entendimiento solo surge cuando las personas se reconocen como parte del relato.
¿Quieres ver cómo se traduce esto en la práctica?
Profundiza en cómo la cultura organizacional se refleja en el proceso de reporte cuando la presión, los plazos y los datos ponen a prueba los hábitos de trabajo. Te invitamos a ver nuestro Anthesis Talk “Bajo presión”. Una conversación sobre los retos reales detrás de los informes de sostenibilidad y las lecciones que dejan los equipos que aprendieron a convertir la presión en coordinación.

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